domingo, 14 de marzo de 2010

El misterio del dios Pan

Traducciones del Himno homérico y del Himno órfico dedicados al dios Pan, nombre que en griego significa "todo". Les sigue un comentario de Carlos del Tilo


1. Himno homérico a Pan

(La traducción es de A. Bernabé, Himnos Homéricos, ed. Gredos, Madrid, 1978, pp. 255-257)

Háblame, Musa, del amado vástago de Hermes, el caprípedo, bicorne, amante del ruido, que va y viene por las arboladas praderas junto con las Ninfas habituadas a las danzas. Caminan ellas por las cumbres de la roca, camino de cabras, invocando a Pan, el dios pastoral de espléndida cabellera, desgreñado, bajo cuya tutela se hallan todas las nevosas colinas, así como las cimas de los montes y los senderos pedregosos.

Va y viene de aquí para allá por entre los espesos breñales, atraído a veces por las suaves corrientes de un río. A veces, por el contrario, vaga por entre los escarpados roquedales, trepando hasta la más alta cima, atalaya de rebaños.

A menudo corre a través de las altas montañas de resplandeciente blancura, atraviesa por entre las laderas matando fieras, tras escrutarlas con penetrante mirada.

De vez en cuando, al atardecer, se deja oír él solo al regreso de la montería, tocando suave música con su caramillo. No lo aventajaría en sus cantos el ave que, entre las frondas de la florida primavera, difunde su lamento y derrama su melifluo canto.

Acompañándolo entonces las montaraces Ninfas de límpido canto, moviendo ágilmente sus pies sobre el venero de oscuras aguas, cantan. Y gime el eco en torno a la cima del monte.

El dios, de una parte a otra de los coros, a veces deslizándose al centro, los dispone, moviendo ágilmente los pies. Sobre su espalda lleva una rojiza piel de lince, enorgullecido en su fuero interno por los melodiosos cantos, en el suave prado donde el azafrán y el fragante jacinto se mezclan indistintos con la hierba al florecer.

Cantan a los dioses bienaventurados y al grande Olimpo. De tal modo, y de forma señalada sobre los demás, se referían al raudo Hermes, a cómo es un veloz mensajero para los dioses todos, y cómo llegó a Arcadia, pródiga en veneros, madre de ganados, donde dispone del recinto Cilenio. Allí, aunque era un dios, apacentaba ganados de áspero vellón, en el predio de un varón mortal. Pues florecía en él un lánguido deseo, que le había invadido, de unirse en amor con la ninfa de hermosos bucles, hija de Dríope.

Consiguió por fin una florida boda y ella le engendró, en sus moradas, a Hermes un hijo, desde el primer instante prodigioso de verse, caprípedo, bicorne, amante del ruido, de dulce sonrisa.

Huyó de un salto y abandonó al niño la nodriza, pues sintió temor cuando vio su rostro desagradable, bien barbado.

Mas el raudo Hermes lo tomó en sus brazos, acogedor. Se alegraba extraordinariamente en su fuero interno el dios. Rápidamente ganó las sedes de los inmortales, tras haber envuelto a su hijo en las espesas pieles de una liebre montaraz. Se sentó junto a Zeus y a los demás inmortales y les presentó a su hijo. Los inmortales todos alegraron naturalmente su corazón y en especial el báquico Dionisio. Solían llamarlo Pan porque a todos les alegró el ánimo.

Así que te saludo a ti también, soberano. Te propicio con mi canto, pero yo me acordaré además de otro canto y de ti.


2. Himno órfico a Pan

(La traducción es de M. Periago, Himnos Órficos, ed. Gredos, Madrid, 1987, pp. 177-178)

Invoco al poderoso Pan, pastoril, sustento del mundo; también, al cielo, al mar, a la augusta tierra y al fuego inmortal, pues éstos son miembros de Pan. Ven, afortunado danzante, envolvente, que reinas al unísono de las estaciones. De miembros de cabra y entregado a los delirios báquicos, que gustas de la inspiración divina y vives a la intemperie. Con jocoso canto configuras la armonía del universo, propiciador de las fantasías y causante de los temores humanos por el espanto que infundes. En las aguas te alegras con los cabreros y boyeros, cazador de larga vista, amigo del Eco, disfrutando de la danza en compañía de las Ninfas; generador de todas las cosas, padre de todos, renombrada deidad, señor del universo, engrandecedor, portador de luz, fértil Peán, cavernícola, colérico, auténtico Zeus cornudo. En ti se fundamenta, pues, con solidez el inmenso suelo de la tierra y ante ti ceden las profundas aguas del incansable mar y el Océano que, entre sus aguas, abraza a la tierra; porción aérea nutriente, sustento para los seres vivos, y mirada del velocísimo fuego en lo alto de la cima. Pues estas relaciones, por mandato tuyo, resultan muy complejas: cambias la naturaleza de todos con tus previsiones, alimentando el linaje humano por el ancho mundo. Ea, pues, bienaventurado, pleno de delirio báquico e inspiración divina, ven a nuestras piadosas libaciones y otorga un grato final de vida, desviando la locura de Pan a los confines de la tierra.

3. Comentario acerca del dios Pan de Carlos del Tilo

(En Mitología oculta, La Puerta, nº 58. Arola ed., Tarragona, 2000, pp. 51-55)

“He balbuceado tus palabras maestras a los demás hombres

como a mí mismo y ahora mi corteza yace a tus pies,

siempre pisoteando y siempre bailando.”

Louis Cattiaux (1)

“Los antiguos filósofos —escribe Emmanuel d’Hooghvorst— escondían los secretos más profundos de su saber bajo la ficción de historias poéticas y divertidas. Enseñaban sin profanar y así transmitían bajo una forma mitológica la memoria de su tradición a la muchedumbre de los avaros e ignorantes”. (2)

El dios Pan se representa bajo el aspecto de un fauno con el busto y los brazos de hombre y las piernas de macho cabrío, muy velludo y con dos pequeños cuernos en la frente. Es el dios de los pastores y rebaños, le gusta el frescor de las fuentes y la sombra de los bosques; figura en las comitivas de Dionisio en compañía de Sileno y los sátiros. Sus atributos ordinarios son la flauta de caña, el cayado de pastor y una corona de pino.

En el himno homérico dedicado a este dios se cuenta que es hijo de Hermes y de la hija de Driops, es decir, una ninfa del roble. Al nacer era tan monstruoso (piernas caprinas y cuernos) que su madre no quiso alimentarlo y lo abandonó. Hermes cogió a su hijo en brazos y lo llevó a la morada de los inmortales. Al verle, todos se alegraron, sobre todo Dionisio-Baco. Le dieron el nombre de Pan, ‘todo’, porque les había alegrado a todos.

A la pregunta de por qué este dios tenía aspecto de cornudo, Emmanuel d’Hooghvorst, el autor del cuento alquímico “El Rey Midas”, contestó una vez que era debido a que había sido engendrado por el signo de Aries (el carnero). (3) “Tal es —explicó— el gran cantante, el gran artista, el dios Pan que toca la flauta. Sin embargo, hay que prepararle una flauta a fin de que este soplo iniciático pueda sonar a través de una materia adecuada” (4).

Pan, el todo, el espíritu ilimitado del Alma del mundo, tiene que encontrar un límite, una medida para manifestarse, por eso necesita al hombre, para que le dé su medida. Pero, a causa de la caída del hombre, el gran Pan ha perdido al auxiliar imprescindible de su arte y le busca para volverse sensible y expresarse.

Por su parte, al volverse inconsciente, “el hombre extraviado en este mundo de exilio va al Pan sabido antes, el Todo que vive y piensa. Pero, en sueños, este Pan le engaña, pues vagabundea sin cuerpo”. (5)

Los verdaderos artistas y los testigos del dios Pan son los grandes poetas. No olvidemos que Pan es hijo de Hermes, el dios de la palabra. La magia es la creación por el Verbo, la creación de los poetas. Entonces Pan es el todo corporificado, o sea, el espíritu reunido con el cuerpo.

Con todo, el sonido de la flauta rústica de Pan no podía competir con la perfecta armonía de la lira de Apolo. Es lo que nos cuenta la historia del Rey Midas. Un día, cuando el dios Pan y el dios Apolo competían, uno con la flauta y el otro con la lira, tomaron a Midas como árbitro y éste decidió a favor de Pan. A consecuencia de este juicio tan equivocado, Apolo transformó las orejas de Midas en peludas orejas de asno. (6)

“Cocer en metal pesado aquel aire ligero de la primavera es obra de hombre. Cosecharlo, es la obra de un dios. Si Midas, educado por su musa rústica leyó su lote en exilio, su estudio no oye sonar la lira del puro Sol. [...] En cuanto a Febo Apolo, es el Sol o el oro vivo de los filósofos, su bello metal”. (7)

La intervención del barbero, que representa el fuego de regeneración, será necesaria para cortar “los pelos que atraviesan estos sentidos mudos” de Midas, separando así lo puro de lo impuro. (8) Encontramos la misma enseñanza en la historia de Marsias, quien con su flauta quiso desafiar a Apolo y su lira. Éste aceptó el desafío, pero con la condición de que el vencedor tuviese la libertad de imponer al vencido el tratamiento que quisiera. Vencido Marsias, Apolo lo despellejó.

Al igual que el barbero, que cortó los pelos de las orejas de asno del rey Midas, aquí Apolo quita la piel de bestia de Marsias, es decir, su corteza. Así pues, al que todavía está cubierto por una corteza, se le puede calificar de rústico y, como Marsias, debe ser desembarazado de su rusticidad. Entonces, Apolo con su lira representará al gran Pan purificado, será una mántica que habla, que profetiza y “sonará la lira del puro Sol”.

El que se complace en la prisión de este mundo, ¿cómo hará para descubrir la libertad del otro? Y el que se instala en esta libertad, ¿cómo hará para entrar en el reposo de la unión muy secreta? ¡Oh, reposo muy santo en el centro del centro!

Louis Cattiaux (9)

NOTAS:

(1) “El Gran Pan”, Física y metafísica de la pintura. Obra poética, Arola ed., Tarragona, 1998, p. 166.

(2) El Hilo de Penélope, Arola ed., Tarragona, 2000, p. 129.

(3) Los filósofos enseñan que se trata del aire de la primavera o de la renovación. Es un viento verde, dicen los cabalistas; verde porque genera y verde también porque no está maduro.

(4) Este artículo se inspira en unos comentarios orales de EH.

(5) E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, cit., p. 46.

(5) A fin de enseñar que en este estado Midas no puede oír el sonido de la lira de Apolo.

(7) E. d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, cit., p. 134.

(8) Ibídem, p. 135.

(9) El Mensaje Reencontrado XIV, 54’-55’.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Cuento Zen


He aquí la historia de Tokujo, el barquero, y de su discípulo Kassan. Durante veinte años Tokujo recibió educación del Maestro Tosen practicando za-zen con él. Antes de morir, Tosen le dio el shiho. Entonces Tokujo se hizo barquero y durante treinta años estuvo aguardando al verdadero discípulo. El poema dice:

«Quería pescar un gran pez,
pero ningún pez nadaba
en aquellas aguas demasiado puras.»

Para hacerse sus cañas de pescar había cortado todos los bambúes de la selva y se disponía a replantarlos cuando, un día, un hombre llamado Kassan llegó a la orilla del río. Inmediatamente Tokujo comprendió que este hombre era «el» gran pez.

- ¿De dónde vienes?

- No vengo de ninguna parte

El discípulo parecía interesante.

- Así pues, ¿quién te ha educado?

- Za-zen me ha educado.

Un gran mondo tuvo lugar. Tokujo quería conocer a fondo al nuevo discípulo y, a guisa de respuesta a las palabras de Kassan, Tokujo le echaba cada vez al agua.

- Tus respuestas, aunque sean exactas, no son justas, es lo mismo que golpear a un asno.

Y de un puntapié, Tokujo echaba a Kassan al agua. Cuando Kassan abría la boca para responder, Tokujo gritaba:

- ¡No quiero discutir contigo!

Y plof... volvía a echarlo al agua. Kassan obtuvo un gran satori. Entonces Tokujo lo sacó del agua y, dulcemente, le tomó de la mano.

«¡Hace treinta años que aguardo este momento!
¡Hoy un gran pez ha mordido el anzuelo!
Mi pesca, pues, ha terminado.»


Tokujo transmitió el shiho a Kassan y le dio su kesa. Entonces, bruscamente, la chalana volcó y Tokujo murió. Las historias de la transmisión son siempre singulares. Kassan, el gran pez, llegó a ser un gran Maestro Zen

Taisen Deshimaru

miércoles, 3 de marzo de 2010

VIDA Y MUERTE DEL SÍMBOLO



© Pepe Valera. 1.996

Nunca hizo falta que los símbolos los impusieran los sabios o los poderosos: su fuerza radicaba en que hacían que el alma vibrara, que la parte más animal, más primitiva, aflorara de nuevo y latiera con el universo. Los colores, las estaciones, la misteriosa vida del sol y los ciclos extraños de la luna, todo lo que extrañaba, precisaba de una explicación inmediata, la misma que piden los niños de forma insistente ante lo que no entienden. Así nacieron: fueron luego los sabios quienes los estudiaron, y los poderosos los que emplearon para su conveniencia.

Sin símbolos no existiría la fantasía: no existirían, tampoco, los secretos, ni se apreciaría la belleza sutil de la huella del viento sobre una duna. Sin ellos, la vida sería plana, y primitiva, porque la ciencia precisa tanto del símbolo como el arte para convertir lo abstracto en lo concreto. Ni siquiera la palabra resulta tan importante: el símbolo une, cosa que no siempre hacen las pobres y mezquinas palabras.
Sólo mueren los símbolos cuando agonizan las civilizaciones que los han creado. Es su fin el mismo que lleva a la ruina la mente que la creó. No queda de ellos ni el recuerdo, carecen de sentido, como objetos sin uso.

Para recordarlos sirve la literatura, y también el arte: para ver el mundo de otra manera, para transformar la realidad en otra cosa, y dividirla en infinitos planos, en muñecas huecas que encajan una dentro de la otra. Para recuperar la mirada atónita de los primitivos, de los niños que miran al fuego y parpadean, y preguntan por qué.

Espido Freire. Escritora

Fuente: www.nolosearquitectura.es





sábado, 27 de febrero de 2010

LA MASONERIA DEL BOSQUE O DE LA MADERA


Expresión creada por Jaques Brengues para designar a los Constructores (carpinteros, ebanistas, talladores) y trabajadores del bosque -o la madera- (leñadores, carboneros), cuyos respectivos cuerpos tuvieron una evolución histórica comparable a la de la Francmasonería tradicional de la piedra, pasando igualmente de su conformación operativa a la especulativa.

La Masonería del Bosque (de la madera) se funda en un simbolismo muy antiguo, poseedor de una dualidad digna de subrayar: madera, árbol,bosque, bastón, hacha, carbón, etc.

La unidad de la Masonería de la madera (del bosque) en su forma operativa, tiene un origen muy antiguo, encontrándose en construcciones tan originales como la tienda de un solo mástil (carpa), la choza, la casa de los leñadores, las casas mixtas de piedra y madera, sin olvidar los puentes, las torres y fortificaciones y otras construcciones civiles y militares.

La de la Masonería del Bosque (de la madera) se manifestó gran fuerza en el seno de los Collegia romanos, en las guildas de artes liberales, las comunidades templarias, las cofradías y las corporaciones, siguiendo un esquema sociológico de evolución paralelo al de la Francmasonería de la Piedra.

A pesar de su adhesión a ritos seculares y originales, los constructores en madera sufrieron los funestos efectos de la Ley "Le Chapelier", el sisma de 1804 en Francia, influencias adversas (protestantes y católicos), corrientes divergentes (Maestro Jaques y Maestro Soubise), sin poder lograr su transición hacia el campo
especulativo.

Del mismo modo, el simbolismo de los Trabajadores del Bosque encuentra sus fuentes en mitologías de la más remota antigüedad (Abraxas, Adonis, Mitra, la Leyenda de san Teobaldo).

Secreta y cerrada, la Francmasonería del Bosque o de la madera (o de la madera del bosque) se abre muy tardíamente a los "aceptados". El caballero Beauchaine intentó hacia 1747 recuperar en beneficio propio los Ritos de los Leñadores, pero es la Orden de la Tala llamada del Gran Alejandro de la Confianza la que constituye la tentativa más específica de evolución de la Masonería de la Madera (del bosque) entre 1760 y 1770 de lo operativo a lo especulativo. Sin embargo, condiciones históricas como la creación del Gran Oriente de Francia, la Revolución Francesa, impidieron su desarrollo. No obstante, se insertó en los Altos Grados de la Francmasonería, como en el de Caballero de la Real Hacha o Príncipe del Líbano.

Rechazada por la Masonería andersoniana, desde 1762 creyó encontrar su expresión en corrientes como el aventurismo político, la Carbonaria italiana, la Charbonnerie francesa, detectándose aún secuelas en Portugal en 1911.

Sin duda, hubo loables intentos de unión entre la Masonería de la madera (del bosque) y la de la piedra, como el Deber de los Leñadores, el Corpus de Tours, mediante organizaciones de autonomía regular, como la Gran Cantera General de Francia, Regularmente Constituida al Centro de los Bosques, Bajo los Auspicios de la Naturaleza, fundada en 1809, o aun en el reformismo iniciático, como en Las Ventas de Roland, creada en 1833.

Ciertamente, los Buenos Primos Carboneros han buscado mantener sus tradiciones bajo una forma especulativa. Subsistieron hasta 1835 en Francia y en Inglaterra hasta 1879 por conducto de Los Hermanos Leñadores. No obstante hay que resaltar que aún se mantienen vivos.

Fuente: revista bajo los hielos

miércoles, 24 de febrero de 2010

ESOTERISMO CRISTIANO. El descenso de Jesucristo a los infiernos




Raimon Arola
Reflexiones sobre el tema de una miniatura del Beato de Girona, s. X. Artículo aparecido en "La Puerta: Sobre esoterismo cristiano", Barcelona, 1990.

El arte religioso medieval ejerce sobre el hombre moderno una mágica atracción, la belleza secreta que emana de sus hieráticas figuras conduce, como antaño, el corazón de quien las contempla hacia la plegaria, la alabanza y el silencio. Este arte provoca, como la tragedia griega, una catarsis al espectador, esto es, una purificación de sus sentimientos y emociones que le acercan a Dios, he aquí su sentido verdadero.

En este estudio querríamos presentar unos textos que pueden ayudar a la comprensión de una miniatura catalana de finales del siglo X, un tanto insólita dentro de los temas iconográficos de su época. Pertenece a un espléndido libro miniado conocido como Beato de Girona (1), una obra maestra en belleza y conocimiento. La miniatura representa el pasaje del descenso de Jesucristo a los infiernos, y pertenece a una serie de imágenes que resumen la vida de Jesucristo (2).

En el arco superior está escrito: “Pro mors tua, o mors, morsus tuus ero, inferne” [Seré tu destrucción infierno, ¡oh! muerte, seré tu muerte]. En el espacio limitado por el arco pueden contemplarse tres niveles; en el inferior se representa el Infierno, presidido por Lucifer en el centro, sentado y con los pies atados por serpientes; en torno suyo pueden verse las almas de los condenados. En la franja central varios demonios y seres inmundos atrapan con sus manos y sus bocas las almas de algunos desgraciados y las conducen al oscuro Hades; pueden verse también unas almas suplicando la salvación de Jesucristo, y a ambos lados, atravesando el arco que encierra la miniatura, brotes del fuego infernal ascienden por dos grandes embocaduras. En la franja superior Jesucristo salva del infierno el alma de un justo después de haber destruido las puertas que cerraban el Infierno, que aparecen flotando a la izquierda.

Como aparece en el versículo de Óseas antes citado, el infierno y la muerte están íntimamente ligados, no se puede comprender el uno sin la otra, los dos tienen el mismo origen. Este origen parece estar en el pecado de nuestros primeros padres y en sus consecuencias, es decir: la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén, su exclusión del Árbol de la Vida. En los Salmos de David está escrito al respecto: “Si les quitas Tu espíritu mueren y vuelven al polvo. Si mandas Tu espíritu son creados y renuevan la faz de la tierra” (Salmos 104, 29-30).

En toda la iconografía se representa el infierno como un lugar oscuro y hediondo porque a él no llega la bendición de Dios. Es el lugar maldito a imagen del rincón más alejado y tenebroso de una prisión al que no llega ninguna luz exterior. El Beato de Liébana, el autor del texto iluminado con la miniatura, escribió en los preliminares a sus comentarios sobre el Apocalipsis: “El pozo es lo profundo de la tierra, donde el sol nunca envía sus rayos, porque por su profundidad no puede recibir la luz del día […], donde el sol de justicia, Cristo, no difunde su luz” (3). Las almas de los condenados (4) son conducidas al infierno. San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (14, 9-11) explica el significado de la palabra infierno en cuanto que es lo inferior (infra) tal y como en general lo entienden los filólogos, pero luego añade: “Los filósofos, sin embargo, dicen que se denomina infiernos (inferi) porque a ellos son conducidas (ferri) las almas”.

Cuando Jesucristo descendió a los infiernos, la luz del cielo penetró en aquella prisión helada, la gracia del cielo llegó a lo más profundo de la tierra, entonces lo que estaba más alejado de Dios se acercó y las puertas que impedían este encuentro se destruyeron. Así describe el Apócrifo de Nicodemo la entrada de Jesucristo en los infiernos: “Y al momento el Infierno se puso a temblar y las puertas de la muerte, así como las cerraduras, quedaron desmenuzadas, y los cerrojos del Infierno se rompieron y cayeron al suelo quedando todas las cosas al descubierto” (5). Aparentemente no puede negarse una relación de este episodio con aquél del Génesis (29, 10) que refiere el momento en que Jacob aparta la piedra que está sobre el pozo. Entonces, según la exégesis tradicional, se produce la unión del cielo con la tierra.

El descenso de Jesucristo a los infiernos es un tema poco común en la iconografía del medioevo occidental, pero no así en la Iglesia de oriente, pues forma parte de los doce iconos que configuran el ciclo litúrgico anual. A dicho icono se le conoce con el nombre de Anástasis, que significa ‘enderezamiento’, ‘ponerse de pie’ y, de aquí, ‘resurrección’. Por eso el icono que representa la bajada de Cristo a los infiernos se halla entre el de la Crucifixión y el de la Asunción.

Sin embargo, para profundizar en su sentido de esta bajada es necesario citar al apóstol Pablo cuando escribe: “A cada uno de nosotros le ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo; por lo cual se dice: Subiendo a las alturas llevó cautiva a la cautividad, repartió dones a los hombres. Este subir, ¿qué significa sino que primero descendió a las partes bajas de la tierra? El mismo que bajó es el que subió sobre todos los cielos para llenarlo todo” (Efesios 4, 7).

La liturgia occidental se refiere a este misterioso viaje de Cristo durante las ceremonias de la noche del Sábado Santo cuando se bendice el Cirio Pascual y el diácono, revestido de dalmática blanca, canta el Exultat. En un momento determinado se dice: “Esta es la noche en que, rotos los vínculos de la muerte, subió Jesucristo victorioso de los infiernos”.

Santiago de la Vorágine, en el capítulo de su Leyenda Dorada dedicado a la Resurrección del Señor, resume el Evangelio de Nicodemo y escribe: “Entonces hizo su entrada en el infierno Él que es verdaderamente Rey de la Gloria. Con la luz que de Él emanaba, disipáronse las tinieblas que en aquel lugar reinaban. El recién llegado dirigióse a Adán y estrechando su mano derecha con la suya le dijo: La paz sea contigo y con todos aquellos de tus hijos que fueron fieles conmigo”. Después, se narra la ascensión desde el infierno hasta el Paraíso (6). En este texto se hace una referencia a Adán, la raíz del género humano, o lo que es lo mismo: el primer padre. El viaje al infierno de Cristo parece centrado en la salvación de Adán, es decir, en la salvación de la raíz del género humano, del fundamento sagrado del hombre.

Emmanuel d’Hooghvorst escribió un pequeño artículo que tituló El hueso de la Resurrección, en el explica que según el pensamiento tradicional: “Existe en todo hombre como una raíz o un fundamento, su verdadera naturaleza adámica, de donde puede salir Caín o Abel, Esaú o Jacob” (7). Esta raíz no sería otra cosa que la parcela divina que el hombre, en su caída, arrastra hasta las profundidades de la tierra. Así, cuando los auténticos conocedores hablan de nuestra naturaleza adámica parecen referirse a esta parte divina encerrada y oculta dentro del hombre. Y, precisamente es gracias a esta imagen divina que el hombre se llevó a su exilio por lo que Dios desea tanto la salvación del hombre. Adán es el Padre de toda la humanidad pues fue él quien les transmitió esta esencia de vida que pertenece a Dios. San Agustín escribió la siguiente súplica en relación al descenso de Jesucristo al infierno: “¡Libéranos de esta cautividad! ¡Perdónanos mientras estés aquí de todas las culpas de las que seamos reos, y al salir llévanos contigo, pues te pertenecemos!” (8). Cristo baja a los infiernos para recuperar aquello que le pertenece.

Sin embargo, no debe olvidarse que a esta parte divina que constituye el fundamento de todo hombre se la conoce con el nombre del Dios del Juicio. Se trata del un dios irritado y colérico, de un fuego devorador que consume toda vida hasta que sea liberado de la prisión obscura en donde lo mantiene el hombre. Si el ser humano le olvida durante su vida, él también le olvidará en el momento de su muerte. Escribe Douzetemps en Le Mystére de la Croix: “El fuego indestructible o la raíz de la imagen de Dios en el hombre es un fuego amargo y tenebroso en el centro y en las esencias de nuestras almas” (9). La tradición judía parece referirse a lo mismo cuando explica que “Quienquiera que observe la imagen de Adán (enterrado en la caverna de Makpela) no puede vivir por mucho tiempo” (10).

Como hemos visto al tratar de la imaginería de la Iglesia de Oriente, el descenso de Cristo a los infiernos es una explicación de la resurrección de los muertos, del enderezamiento de aquello que estaba torcido. Al abrir las puertas del infierno, Jesucristo expande sobre las tinieblas y la muerte, la luz y la vida del cielo. El agua de la gracia para que la semilla que antes estaba muerta pueda reverdecer. Como canta la Iglesia nuestro pecado original es limpiado por la muerte de Jesucristo, entonces el Dios de juicio se convierte en el Dios de la misericordia y el amor, sólo entonces.

Cuando Jesucristo toma con su mano derecha la mano de Adán y lo saca de la fosa de muerte y dolor. Cuando lo lleva con él hasta la casa del padre celeste junto a los ángeles, donde los justos gozan de la resurrección, ¿no se trata eso de una bellísima imagen concebido por los antiguos sabios cristianos para explicar el misterio de la dulcificación del Dios de ira? Y, lo que es más importante, ¿no podría volver a repetirse este misterio en cada uno de los hombres en vista a su salvación eterna? Este tema es el que muestra la miniatura que está al lado de la del descenso a los infiernos.

No debemos olvidar que este tema apócrifo está estrechamente unido a la Pasión de Jesucristo, pues de alguna manera reproduce y amplía su muerte en la cruz. Una cruz que en muchas representaciones iconográficas esta levantada sobre la calavera de nuestro primer padre, Adán. En un libro anónimo titulado La Caverna de los Tesoros se lee: “Después de que Sem y Melquisedek hubieran depositado el cadáver de Adán en el punto central de la tierra, confluyeron las cuatro partes y encerraron a Adán. E inmediatamente volvió a cerrarse la puerta, de forma que ninguno de los hijos de Adán pudo abrirla. Y cuando encima de ella fue erigida la cruz del Mesías, del Salvador de Adán y de sus descendientes, se abrió la puerta del lugar; y cuando allí mismo fue hincado el poste de la cruz, y el Mesías alcanzó la victoria sobre la lanza, de su costado fluyeron sangre y agua y penetraron en la boca de Adán y constituyeron su bautismo y por ellos fue bautizado” (11). No podemos dejar de citar aquí un fragmento del Mensaje Reencontrado respecto al tema del sacrificio: “La sangre nueva, que viene del cielo en sacrificio santo, hará reverdecer lo que ha permanecido vivo, y la leña muerta caerá por sí misma” (25, 31).

Quisiéramos terminar reproduciendo la continuación del himno al que antes nos hemos referido, el Exultat, que incide de un modo muy claro sobre el sentido de la caída del hombre y el de su redención por Cristo: “¡Para redimir al esclavo entregaste a tu Hijo! ¡Oh pecado de Adán ciertamente necesario, el cual con la muerte de Cristo fue borrado! ¡Oh feliz culpa, que mereció tener tal y tan grande Redentor! ¡Oh verdaderamente venturosa, que sola mereció saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó del sepulcro! Esta es la noche de la que está escrito: Y la noche será tan clara como el día, y la noche resplandecerá para alumbrarme en mis delicias”.

NOTAS.

1. Existe de este manuscrito, datado del año 975, una edición facsímile: Beati in Apocalipsis, Libri duodecim, Codex Gerundensis, ed. Edilán. Madrid, 1975. Para las consideraciones históricas, cf. J. Yarza, “El descensus ad inferos del Beato de Gerona y la escatología musulmana”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Universidad de Valladolid, 1977, pp. 136-146.

2. Se trata, fundamentalmente, de unos comentarios e ilustraciones al Apocalipsis de Juan, introducido por dos series de siete imágenes. La primera representa unas tablas genealógicas que van desde Adán hasta Cristo. La segunda serie representan siete imágenes de la vida del Mesías, la penúltima es el descenso a los infiernos (folio 17v) y la última, la glorificación de los justos resucitados en el cielo.

3. “Comentarios al Apocalipsis de san Juan”, in Obras completas de Beato de Liébana, B.A.C., Madrid, 1995, p. 161. Dante, en la descripción del infierno, escribió: “Suspiros, llantos y profundos ayes resonaban en aquel aire sin estrellas” (111, 23), véase al respecto el artículo de E. d’Hooghvorst: “La Medusa y el intelecto”, in El Hilo de Penélope I, Arola ed. Tarragona, pp. 137-144.

4. Commentaire sur l'évangile de Jean. ed. du Cerf, París, 1972, p. 235. Recordemos que la palabra ‘condenación’ procede del latín damnum que significa ‘daño’ en el sentido de pérdida.

5. Este evangelio apócrifo es la fuente literaria más importante que describe el descenso de Cristo a los infiernos. Se le conoce también como Actas de Pilatos, existe una traducción castellana en Los Evangelios Apócrifos, B.A.C. Madrid, 1985, que recoge una versión griega (pp. 442 y ss.) y una versión latina (pp. 455 y ss.) ambas bilingües.

6. La Leyenda Dorada, Alianza Forma, Madrid, 1984, vol. I, p. 234.
7. Le Fil d'Ariane, n.° 4, p. 15.
8. Texto citado en La Leyenda Dorada, cit. vol. I, p. 233.
9. Le Mystére de la Croix, ed. Sebastiani, Milan, 1975, p. 139.
10. Sefer haZohar, vol I, fol. 128a.
11. La Caverna de los Tesoros, ed. Obelisco, Barcelona 1984, p. 109.

jueves, 18 de febrero de 2010



Anónimo
Este Canto de la Perla se encuentra en un apócrifo del siglo III, no incluido en la Biblioteca de Nag Hammadi, denominado "Hechos de Tomás" y se atribuye al propio apóstol.

Cuando era niño vivía en mi reino, en la casa de mi Padre, y en la opulencia y abundancia de mis educadores encontraba placer. Y entonces sucedió que mis padres me equiparon y enviaron fuera de mi patria, en Oriente.

De las riquezas de nuestro tesoro me prepararon un hatillo pequeño, pero valioso y liviano para que yo mismo lo transportara. Oro de la casa de los dioses, plata de los grandes tesoros, rubíes de la India, ágatas del reino de Kushán. Me ciñeron un diamante que podía tallar el hierro, me quitaron el vestido brillante que ellos amorosamente habían hecho para mí y la toga purpúrea que había sido confeccionada para mi talla.

Hicieron un pacto conmigo y escribieron en mi corazón, para que no lo olvidara, esto: “Si desciendes a Egipto y te apoderas de la Perla única que se encuentra en el fondo del mar en la morada de la serpiente que hace espuma [entonces] vestirás de nuevo el vestido resplandeciente y la toga que descansa sobre él y serás heredero de nuestro reino con tu hermano, el más próximo a nuestro rango”.

Abandoné Oriente y descendí acompañado de dos guías pues el camino era peligroso y difícil y era muy joven para viajar. Atravesé la región de Mesena, el lugar de cita de los mercaderes de Oriente, y alcancé la tierra de Babel y penetré el recinto de Sarbuj.

Llegué a Egipto y mis compañeros me abandonaron. Me dirigí directamente a la serpiente y moré cerca de su albergue esperando que la tomara el sueño y durmiera y así poder conseguir la perla.

Y cuando estaba absolutamente solo, extranjero en aquel país extraño, vi a uno de mi raza, un hombre libre, un oriental, joven, hermoso y favorecido, un hijo de nobles, y llegó y se relacionó conmigo y lo hice mi amigo íntimo, un compañero a quien confiar mi secreto. Le advertí contra los egipcios y contra la sociedad de los impuros y me vestí con sus atuendos para que no sospecharan que había venido de lejos para quitarles la perla e impedir que excitaran a la serpiente contra mí.

Pero de alguna manera se dieron cuenta de que yo no era un compatriota; me tendieron una trampa y me hicieron comer de sus alimentos. Olvidé que era hijo de reyes y serví a su rey; olvidé la perla por la que mis padres me habían enviado y, a causa de la pesadez de sus alimentos, caí en un sueño profundo. Pero esto que me acaecía fue sabido por mis padres y se apenaron por mí y salió un decreto de nuestro reino ordenando que todos se presentaran ante nuestro trono, a los reyes y príncipes de Partia y a todos los nobles del Oriente.

Y determinaron sobre mí que no debía permanecer en Egipto, y me escribieron una carta que cada noble firmó con su nombre: “De tu Padre, el Rey de los reyes, y de tu Madre, la soberana de Oriente, y de tu Hermano, nuestro más cercano en rango, para ti, hijo nuestro, que estás en Egipto, ¡Salud!”. “Despierta y levántate de tu sueño, y oye las palabras de nuestra carta.” “¡Recuerda que eres hijo de reyes! ¡Mira la esclavitud en la que has caído!”. “¡Recuerda la perla por la que has sido enviado a Egipto!” “Piensa en tu vestido resplandeciente y recuerda tu toga gloriosa que vestirás y te adornará cuando tu nombre sea leído en los libros de los valientes y que con tu Hermano, nuestro sucesor, serás heredero de nuestro reino.”

Y mi carta fue una carta que el Rey selló con su mano derecha para preservarla de los males, de los hijos de Babel y de los demonios salvajes de Sarbuj. Voló como un águila (la carta), la reina de las aves; voló y descendió sobre mí y se convirtió enteramente en Palabra.

A su voz y alboroto me desperté y salí de mi sueño. La tomé, la besé, quité su sello y la leí; y las palabras escritas en la carta concordaban con lo escrito en mi corazón. Recordé que era hijo de reyes, y libre por propia naturaleza. Recordé la perla, por la que había sido enviado a Egipto, y comencé a encantar a la terrible serpiente que produce espuma. Comencé a encantarla y la dormí después de pronunciar sobre ella el nombre de mi Padre, y el nombre de mi Hermano y el de mi Madre, la reina de Oriente.

Y capturé la perla y volví hacia la casa de mis padres. Me quité el vestido manchado e impuro y lo abandoné sobre la arena del país, y tomé el camino derecho hacia la luz de nuestro país, Oriente. Y mi carta, la que me despertó, la tuve ante mí durante el camino, y lo mismo que me había despertado con su voz, me guiaba con su luz. Pues la (carta) real brillaba ante mí con su forma y con su voz y su dirección me animaba y atraía amorosamente. Continué mi camino, atravesé Sarbuj, dejé Babel a mi izquierda; y alcancé la gran Mesena, el puerto de los mercaderes que está en la orilla del mar.

Y mi vestido de luz que había abandonado, y la toga junto a él, de las alturas de Hyrcania mis padres me los enviaban por medio de sus tesoreros, a cuya fidelidad se los habían confiado.

Y, puesto que yo no recordaba su dignidad, ya que en mi infancia había abandonado la casa de mi Padre, de improviso, estando frente a ellos, el vestido me pareció como un espejo de mí mismo, lo vi todo entero en mí mismo, y a mí mismo entero en él. Nosotros éramos dos diferentes y, no obstante, nuevamente uno en una sola forma. Y a los tesoreros, quienes me lo traían, los vi igualmente en semejante manera, ya que ellos eran dos, aunque como uno, puesto que sobre ellos estaba grabado un único sello del Rey quien me restituía mi tesoro y mi riqueza por medio de ellos. Mi luminoso vestido bordado, que estaba ornado con gloriosos colores, con oro y con berilos, con rubíes y ágatas y sardónices de variados colores, también había sido confeccionado en la mansión de lo alto; y con diamantes, habían sido festoneadas sus costuras. Y la imagen del Rey de los reyes estaba pintada en él y, como zafiros. rutilaban sus colores. Y nuevamente vi que todo él se agitaba por el movimiento de mi conocimiento, y como si se preparase a hablar lo vi.

Oí el sonido del canto que musitaba al descender, diciendo: “Soy el más dedicado de los servidores que se han puesto al servicio del Padre.” Y también percibí en mí que mi estatura crecía conforme a sus trabajos. Y en sus movimientos reales se extendió hasta mí, y de las manos de sus portadores me incitó a tomarlo. Y también mi amor me urgía para que corriera a su encuentro y lo tomara; y así lo recibí y con la belleza de sus colores me adorné. Y mi toga de colores brillantes me envolvió todo entero, y me vestí y ascendí hacia la puerta del saludo y del homenaje.

Incliné la cabeza y rendí homenaje a la majestad de mi Padre que lo había enviado hacia mí, porque había cumplido sus mandamientos y él también había cumplido su promesa.

Y en la puerta de sus príncipes me mezclé con sus nobles; pues se regocijó por mí y me recibió, y fui con él a su reino. Y con la voz de la oración todos sus siervos le glorifican. Y me prometió que también hacia la puerta del Rey de los reyes iría con él; y llevando mi obsequio y mi perla aparecí con él, ante nuestro Rey.

Fin del Himno que cantó el apóstol Judas Dídimo Tomás en la prisión.

sábado, 13 de febrero de 2010

LA "PORTA MAGICA" DE ROMA (Sergio Fritz Roa)





En Roma, existe una famosa puerta con inscripciones de orden hermético-mágico, relacionada con dos hombres notables: Francesco Giuseppe Borri y el marqués de Palombara.

Cuando una universidad jesuita me encargó un estudio desde la simbología alquímica de una propiedad de ellos, jamás imaginé que existiría una relación entre una morada filosofal en Santiago de Chile con la Villa Palombara, en Italia; pero cuando uno comprende que las sociedades herméticas tienen un campo de acción no limitado necesariamente a un marco geográfico, descubre que aquello es plenamente factible.




Hay quien cree que los Rosacruces fueron a las Indias, entendiendo por tales no las Orientales (la India) sino América; lo cual explicaría la presencia de algunas costrucciones herméticas en Cuzco, Mendoza (que nosotros hemos presenciado), Santiago, Piriapolis (en Uruguay), etc. Sin negar o afirmar aquello, nosotros estamos seguros que sí hubo en estas tierras la presencia de algunos sabios no menores que aun es posible rastrear, y que dejaron su mensaje en la piedra. Tengo la certeza - debida a algunas conversaciones y algunos hechos "mágicos" que me llevaron a descubrir algunas pistas hace varios años, vinculadas con los "centros espirituales ocultos" - que lo que buscaban estos hombres en América era el contacto con la sabiduría primordial que tenían los habitantes originarios, o tal vez de otros europeos que llegaron a América mucho antes que Colón.

Las búsquedas del misterioso Pedro Sarmiento se enmarcan en este cuadro.

Pero, éste es otro tema...




Aquí van algunos enlaces con fotografías de la Puerta Mágica, que siempre ha despertado tanto interés (Fulcanelli, Canseliet, Papus, son algunos ejemplos). Es un material muy atractivo para los amantes del "Lenguaje de los Pájaros":
http://it.wikipedia.org/wiki/Porta_Alchemica
http://roma.freewebpages.org/romac20i.htm
http://www.italiamisteriosa.it/index.php?option=com_content&task=view&id=184&Itemid=41

Fuente: http://geografiasacra.blogspot.com/search/label/hermetismo

martes, 9 de febrero de 2010

LOS CABALLEROS BIENHECHORES DE LA CIUDAD SANTA Y LA ESTRICTA OBSERVANCIA TEMPLARIA (1754-1782)



Extracto del libro L'Ésotérisme au XVIIIº siècle, París, Seghers, 1973. Trad. castellana de J. Florentino Díaz: El esoterismo en el siglo XVIII, Madrid, EDAF, 1976.

Antoine Faivre
¿Cómo hablar de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa sin referirnos a su origen, a su principal fuente?. Hagamos un retroceso: el origen, la fuente, es Martines de Pasqually y su Orden de los Elegidos-Cohen. De origen y nacionalidad desconocida, este personaje, cuya evolución espiritual permanece todavía en la oscuridad por falta de documentos, aparece de forma súbita hacia 1754 y comienza una carrera de taumaturgo, sobre todo de teúrgo, imponiéndose en seguida como teósofo de gran talla y mago lleno de poderes extraordinarios. Su doctrina, de cuyo carácter cristiano no existe ninguna duda, se presenta como la clave de toda cosmogonía escatológica: Dios, la unidad principal, da voluntad propia a los seres «emanados» de Él: pero Lucifer, habiendo querido ejercer por sí la potencia creadora, cae víctima de su propia falta, arrastrando a determinados espíritus en su caída, y se encuentra aprisionado en una materia destinada por Dios para servirle de cárcel. Después, la Divinidad envió al hombre, andrógino de cuerpo glorioso, dotado de poderes inmensos, para que guarde a estos rebeldes y al mismo tiempo trabaje para su redención, siendo precisamente con esta finalidad como ha sido creado el hombre. Adán pecó a su vez y arrastró en su caída a la materia, por lo que se encuentra allí encerrado; habiéndose convertido en mortal físicamente, no puede hacer otra cosa sino intentar salvarse a sí mismo y a la materia. Esto lo puede lograr, con la ayuda de Cristo, por la perfección interior, pero también mediante operaciones teúrgicas, que Martines de Pasqually enseñaba a los hombres de deseo que estimaba dignos de recibir su iniciación. Fundadas sobre un ritual minucioso, estas operaciones permitían al discípulo ponerse en contacto con las entidades angélicas, que se manifestaban en la cámara teúrgica bajo la forma de «pasos» rápidos, por lo general luminosos, representando la forma de caracteres o jeroglíficos, signos de los espíritus evocados por el operador, al que estas manifestaciones probaban que se encontraba en la buena vía de la reintegración.

Esta doctrina, destinada a una élite reunida bajo el nombre de Elegidos-Cohen (sacerdotes elegidos), va a conocer un gran éxito, pero las operaciones teúrgicas permanecerán siempre reservadas únicamente para los iniciados. Desde 1754 hasta su muerte (1774), Martines de Pasqually trabajó en la construcción de su Templo Cohen, y no utiliza a la francmasonería más que con objeto de que sirva de apoyo a su propio sistema. Hasta 1761 se le ve en Montpellier, París, Lyon, Burdeos, Marsella, Aviñón. Inició a Grainville y Champollion. En 1761 construyó su Templo particular en Burdeos, donde residió hasta 1766. En esta época, la Orden de los Cohens se presenta como un sistema de altos grados, colocado por encima de la masonería azul. La primera etapa de los grados comprende los tres simbólicos, a los que se añade el de Maestro-Perfecto-Elegido; a continuación vienen los grados Cohen propiamente dichos: Aprendiz-Cohen, Compañero-Cohen, Maestro-Cohen, Gran Arquitecto, Caballero de Oriente, Comandante de Oriente, y, finalmente, el último de los grados, la suprema consagración, el de Rosa-Cruz. En 1766, en París, Martines de Pasqually instruye a Bacon de la Chevalerie y vuelve a Burdeos. En 1768, Willermoz recibe la iniciación del grado Rosa-Cruz de manos de Bacon de la Chevalerie. Saint-Martin, iniciado en los primeros grados hacia 1765. se convierte en Comandante de Oriente. Martines de Pasqually deja en el futuro «Filósofo Desconocido» una magnífica impresión. Los años de 1769 y 1770 ven multiplicarse a los grupos de los Elegidos-Cohen por toda Francia. Saint-Martin deja entonces su regimiento, a principios de 1771, para permanecer al lado de Martines de Pasqually, en calidad de secretario, reemplazando en este puesto al abate Fournié. Data de esta época la puesta a punto de los rituales, así como la redacción del Tratado de la Reintegración, base doctrinal de la teosofía y teúrgia martinistas. En 1772, Saint-Martin recibe el grado de Rosa-Cruz, pero Martines de Pasqually parte el mismo año para Santo Domingo con el fin de hacerse cargo de una herencia, muriendo allí en 1774. Entonces la Orden se deshace. A partir de 1776, los Templos Cohen de La Rochela, Marsella, Lihume, se integran en la Gran Logia de Francia. En 1777 el ceremonial está en desuso y parece conservarse sólo en algunos cenáculos, como París, Versalles, Eu. Por último, en 1781, Sebastián Las Casas, tercero y último Gran Soberano de los Elegidos-Cohen (sucesor de Caignet de Lester, fallecido en 1778), ordena la clausura de los ocho Templos que todavía reconocían su autoridad. Ni Caignet ni Las Casas desempeñaron nunca un papel de importancia. A pesar de este cierre oficial, los Elegidos-Cohen continuaron ejerciendo su teúrgia y procedieron a impartir iniciaciones. Por otra parte, las enseñanzas teosóficas de Martines de Pasqually no se han perdido tampoco: en el seno de la masonería se siguen difundiendo durante mucho tiempo después de la muerte del maestro gracias al sistema masónico instituido por Willermoz poco después de morir Pasqually (1)

Es hacia 1768 cuando Pierre Fournié conoce al que va a modificar su manera de pensar y su destino: Martines de Pasqually, cerca del cual ejercerá durante varios meses la función de «secretario». Iniciado como Elegido-Cohen, el clérigo tonsurado Fournié conoce a Willermoz y Saint-Martin. Reside, sobre todo, en Burdeos, donde sirve como intermediario entre los diferentes miembros de la Orden. En 1776, Saint-Martin lo considera como un Elegido-Cohen excepcionalmente favorecido en materia de manifestaciones paranormales; el propio Fournié hablará de algunas en su obra, temiendo hablar demasiado. A pesar de estos dones, Willermoz lo pone a un lado de las revelaciones del «Agente Desconocido» (véase más abajo). Fournié, a partir de 1786, riñe con sus antiguos hermanos, y en el momento de la Revolución emigra a Inglaterra, en donde permanecerá hasta su muerte. Desde allí se cartea (desde 1818 a 1821) con el teósofo de Munich Franz von Baader, conociendo también a Divonne.

Su obra, de un martinismo «catolizado», testimonia igualmente la influencia de Jacob Boehme, de William Law, de Madame Guyon, de Swedenborg y del mesmerismo. Fournié, en unión de Willermoz (muerto en 1824), es uno de los últimos supervivientes de los pensadores discípulos de Martines de Pasqually. Su libro, comenzado en 1775, no se publicará hasta 1801 (2).

¿En qué consiste el sistema masónico de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, instituidos por Willermoz e inspirados en el martinismo?. El lionés Jean-Baptiste Willermoz (3), procedente de una familia del Franco Condado, se dedicaba al trabajo de sedería por cuenta propia dirigiendo un próspero negocio. Desde la edad de veinte años se apasionó por la francmasonería. En 1753 funda la Logia de la Perfecta Amistad, y posteriormente, en 1760, desempeña un gran papel en la formación de la Gran Logia de los Maestros Regulares de Lyon, de la que llega a ser el Gran Maestro. Con ayuda de un médico amigo suyo, Pierre-Jacques, influido personalmente por el alquimista Dom Pernety, funda en 1763 el Capítulo Rosa-Cruz de los Caballeros del Águila Negra Rosa-Cruz. Es Bacon de la Chevalerie quien lo pone en contacto con Martines de Pasqually en Versalles (1767), en donde recibe la iniciación en los primeros grados de la Orden de los Elegidos-Cohen. El mismo año representa a Martines de Pasqually en la provincia de Lyon. Iniciado como Rosa-Cruz en 1768, Willermoz se hace gran amigo de otro Elegido-Cohen, Luis Claudio de Saint-Martin, con el que mantiene una activa correspondencia a partir de 1771; Saint-Martin vendrá a verlo a Lyon entre 1773, siendo en esta ocasión cuando los dos hombres se ven personalmente por primera vez. Saint-Martin permanecerá en casa de Willermoz durante más de un año. Muy impresionado -lo mismo que Saint-Martin- por las enseñanzas teosóficas y teúrgicas de Pasqually, que les proporcionará de manera definitiva un cuadro dogmático, Willermoz va a consagrar su vida al martinismo. Dentro del plano teúrgico es necesario esperar muchos años antes de poder lograr manifestaciones o contactos con los planos invisibles. Por otro lado, se vio en la obligación de contribuir materialmente a mantener a Martines de Pasqually. Pero permanecera siempre fiel a su maestro, incluso después de la muerte de éste.

Cuando Pasqually deja Francia para dirigirse a Santo Domingo (el 6 de mayo de 1772), los Cohens lioneses un poco desamparados, se reúnen frecuentemente para intercambiar los conocimientos que él les impartiera y aclarar o profundizar determinados puntos. Willermoz nos ha dejado un voluminoso cuaderno manuscrito de Instrucciones a los Elegidos-Cohen (Instructions aux Elus Cohens), llamado también Conferencias de Lyon (Conférences de Lvon), conjunto de notas interesantes, permitiéndonos una mejor comprensión de esta teosofía, y fechadas entre 1774 y 1777. Una iniciativa de este tipo no parece, desde luego, una traición. Pero, en cambio, ¿no se podría interpretar de esta manera el intento de dar a las enseñanzas Cohen una dimensión masónica ecuménica?. Porque precisamente es en esto en lo que Willermoz va a emplearse.

Martines de Pasqually había querido fundar una sociedad esotérica independiente, exclusiva, no un rito masónico propiamente dicho, destinado a englobar el mayor número posible de logias. Él no había buscado la alianza de los sistemas escoceses, entonces florecientes; incluso se le había visto reprender en este sentido al excesivamente celoso Bacon de la Chevalerie. No había elaborado ningún escenario relativo a la forma en que sus conocimientos habrían llegado hasta él, contrariamente a lo que se encuentra en todo ritual masónico de esta inspiración. Pero Willermoz aspiraba a ocupar un lugar destacado dentro de la masonería esotérica, y desde 1761, antes de conocer a su maestro, se había dirigido al Gran Oriente de Metz, en donde dominaban los masones hermetistas.

NOTAS:
1. De Martines de Pasqually leer Traité de la Réintégration des étre dans leurs premieres propiétés, vertus et puissance spirituelle et divine publicada solamente en 1899, en París, ed Chacornac. Sobre él, consultar a Gerad van Rijnberk, Un Thaumaturge au XVIIIe siècle, Martines de Pasqually, París, Alcan, 1935, y t. II, Lyon, Derain-Raclet, 1938. Papus, Louis-Claude de Saint-Martin, París, Chacornac, 1902; Le Forestier, La Franc-Maçonnerie Templière et occultiste aux XVIIIe et XIXe siècles, París, Aubier, 1970. Se consultarán también los artículos de Robert Amadou en «L'Initiation», núms. de enero a diciembre de 1969, y el de Léon Cellier, en la misma revista, núm. de julio-septiembre de 1969.
2. A. Faivre, Un martinésiste catholique, l’abbé Pierre Fournié, en «Revue de l'Histoire des Religions», julio-diciembre de 1967; Robert Amadou, L'abbé Fournié, en «L'Initiation», octubre-diciembre de 1966 y enero-marzo, 1970 (este artículo no ha sido terminado).
3. Sobre Willermoz, además de la obra de R. Le Forestier, consultar a Alice Joly, Un Mystique lyonnais et les secrets de la Franc-Maçonnerie, Mâcon, Protat, 1938; del mismo autor, De l'Agent Inconnu au Philosophe Inconnu, París, Denoël, 1962; Gérard van Rijnberk, Episodes de la vie ésoterique, Lyon, Derain, 1949; Reverendo Keith Dear. J. B. Villermoz, en «Le Symbolisme», julio de 1958. Sobre los archivos de Willermoz, véase el artículo de Henry Joly, Les Archives maçonniques de J. B.. Villermoz à la Bihliothèque Municipale de Lyon, en «Bulletin des Bibliotèques de France», junio de 1956, págs. 420-424.

martes, 26 de enero de 2010

HIJOS DEL TRUENO: JUAN EVANGELISTA Y SANTIAGO EL MAYOR



JEAN TOURNIAC - 17/12/2009

Uno de los aspectos esotéricos que hay que vincular a Sant Iago-Yagüe-Iaco, es el simbolismo como "Hijo del Trueno". Uno de los que han señalado algunos aspectos de ello ha sido Jean Tourniac


Parece que la Masonería se refiere principalmente a veintiún Nombres divinos hebreos (1), y que, si bien algunos de sus ritos se sitúan bajo la invocación de "Hoschae" o de "Emmanuel", la mayoría de ellos mencionan clara o alusivamente el Nombre del Dios Omnipotente, "El Schaddaï" o "Schaddaï", cuyo valor numérico es 345 ó 314.

Se conoce además el interés de René Guénon acerca del secreto "operativo" del triángulo rectángulo de lados 3, 4, 5; y ello tanto a propósito de los misterios de la escuadra del "Venerable Maestro" y de la "Palabra perdida" en la Masonería como a propósito de la doctrina pitagórica del equilibrio entre la Voluntad y la Providencia, por un lado, y el Destino por otro (2).

De modo que nos parece necesario insistir sobre una cita de este Nombre, particularmente sugestiva, y que se refiere a las visiones -o "audiciones"- del profeta Ezequiel: "Era un viento huracanado. una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno (3). entre los seres había algo como brasas incandescentes. y del fuego salían rayos (4). Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Schaddaï. un ruido de batalla (5). El espíritu me levantó y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación: "Bendita sea la gloria de YHWH, en el lugar donde está", el ruido que hacían las alas de los seres (6). La gloria de YHWH se elevó de encima de los querubines hacia el umbral de la Casa, y la Casa se llenó de la nube, mientras el atrio estaba lleno del resplandor de la gloria de YHWH. Y el ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, semejante a la voz del Dios Schaddaï cuando habla." (7).
Se observa inmediatamente que este pasaje del Antiguo Testamento asocia de forma evidente la "Voz de El Schaddaï" a los conocidos símbolos de la "Gloria del Eterno", del "Sonido", del "Relámpago" y del "Viento", así como del "ruido de las Aguas", pero sería fácil hacer el paralelismo con algunos textos del Nuevo Testamento en los que se hallan relacionados símbolos análogos.

Así, antes de que aparezca el Gran Signo esperado para el fin de los tiempos, "una mujer vestida del Sol, con la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (8), he aquí que, en el cielo, se descubre el Arca de la Alianza en el Templo, y se produjeron, nos dice el Apocalipsis, "relámpagos, y fragor, y truenos" (9).

Igualmente, el retorno de Cristo es anunciado como debiendo efectuarse "entre las nubes con gran poder y gloria" (10), y Jesús da esta advertencia: "como el relámpago sale por Oriente y brilla hasta Occidente, así será la venida del Hijo del hombre" (11). Puesto que el fragor del trueno y el fuego del relámpago pueden ser considerados como acompañando a la manifestación del "Dios Omnipotente", podríamos preguntarnos si no existe un misterioso vínculo entre la "razón principial" de este Nombre -su "quiddidad", su ritmo y su resonancia cósmica- y el conjunto de los acontecimientos que acabamos de recordar.

¿Y no fue ante "los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte humeante" donde Moisés recibió del Eterno el Decálogo de los Mandamientos? (12) El triunfo del profeta Elías sobre los sacerdotes de Baal también aconteció cuando cayó el fuego de YHWH (13).

En cualquier caso, es lícito pensar, después de estos ejemplos, que la "Omnipotencia" es el aspecto divino que preside a esta "estrecha conexión que, desde el punto de vista cosmogónico, existe entre el sonido y la luz" (14). Evidentemente, es en su función creadora de Arquitecto divino y de Ordenador del Universo que Dios dice: "Haya luz" (15). El mismo arquetipo divino se aplica al Cristo-Verbo, ya que, según el Prólogo del Evangelio de Juan: "En el principio era el Verbo. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. El Verbo era la luz verdadera. Y el Verbo se hizo carne." (16).

La "Iluminación del Caos" (17), es decir, el Orden o el rito, en el sentido original de la palabra, ya que exige que todo sea dispuesto por la geometría del "Altísimo", en "número, peso y medida", debe ser relacionada con esta Palabra que está "en el principio" o, mejor dicho, puesto que se trata de algo esencialmente intemporal, "en el principio de toda manifestación" (18). Ella brota de la eterna y silenciosa sabiduría divina, y desencadena la vibración sonora y la onda luminosa, productoras de los mundos; ella aclara a todo los seres, y se actualiza en quienes saben recibirla con humildad y amor, como la gracia suprema; en fin, es ella, prueba de elección, lo que debe ser guardado en el corazón para que germine y crezca y muera dando el fruto de la vida eterna.

¿Es sorprendente que uno de los aspectos de esta Palabra haya podido ser identificado, en el seno de las tradiciones de los constructores surgidas de los Templos de Israel, con el nombre de El Schaddaï (19)? Ciertamente, no, y no sólo en razón de lo que acabamos de exponer, sino también porque este Nombre, "cuerpo del Tetragrama", contiene la idea de "medida", y porque corresponde a los lados del triángulo del "Past Master" (20).

Por lo demás, los símbolos del trueno y del rayo han sido, en todo tiempo y lugar, concebidos como los atributos de la Divinidad. En la cumbre del panteón germánico, encontramos, en efecto, a Wotan-Odín, quien, de su unión con Hertha, la tierra, a la vez su mujer, su madre y su hija, engendra a Donar, o Donner, o Thor, maestro del rayo que posee el martillo sagrado, análogo al mallete del Venerable de la Logia (21).

De modo semejante, en la mitología escandinava, Thor, hijo de Odín y de Jord (22), es el dios del trueno y de los relámpagos. Vierte los aguaceros que purifican el aire y comunican a la tierra elemental los principios nutritivos. Persigue y fulmina a los gigantes y los trolls y dispone de tres cosas preciosas: el mazo "Mjoelne", equivalente simbólico del martillo o del mallete, el cinturón de valentía y los guantes de hierro. La pérdida de "Mjoelne", su búsqueda y su descubrimiento forman además el más bello canto de los antiguos Eddas, y esta leyenda ofrece algunas semejanzas con la "pérdida de la Palabra", su búsqueda y su restitución.

También entre los eslavos encontramos a "Perun", dios del trueno (23), y entre los galos "Taranis" o "Tarann" desempeña el supremo oficio de maestro del rayo.

Finalmente, en la mitología griega, ¿no es el trueno el atributo de Zeus-Júpiter, al ser calificada el "águila de Júpiter" de ave "porta truenos"?

Ahora bien, precisamente el águila de Jupiter llevó a Ganímedes a los cielos, permitiendo así al pastor elegido alimentarse de "néctar y ambrosía" y obtener el privilegio de la eterna juventud. Y he aquí que el viaje de Ganímedes nos va a ofrecer la ocasión de volver a encontrar el tema de nuestro estudio, a saber, la Masonería y el Cristianismo.

En efecto, si la Masonería se sitúa bajo la invocación del Verbo-Arquitecto, fulgurante y estruendoso en su Nombre de El-Schaddaï, conviene recordar que Juan el Evangelista es, junto con Juan el Bautista, el Patrón de los Masones, "hijos de la Luz" (24), y la escena de la elevación de Ganímedes fue generalmente interpretada, en la Edad Media, como significando "la asunción de san Juan" (25).
Si el Masón recibe la "Luz" al son del "trueno", si el mallete del Venerable confiere el relámpago iluminador del caos, y si la espada flamígera simboliza en sí misma la huella del rayo, ¿no es llamado san Juan por el propio Cristo "Hijo del Trueno"? De hecho, el Evangelio retoma en dos ocasiones esta cualidad, de un orden eminente, atribuida a los hijos de Zebedeo.
Primero es en el "cambio de nombres" de los dos hermanos, de los cuales uno será el "Patrón de los Masones" y el otro el "Patrón del Compagnonnage" (26), a los que Cristo "puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno" (27). Este pasaje merece una atención particular, ya que, por un lado, el término "Boanerges" significa "Acción del Sonido, de la Tempestad, del estruendo, del canto de los pájaros", e inmediatamente hace pensar en la voz tronante de El Schaddaï, o también en la invocación rítmica, y, por otro lado, la expresión "Hijo del Trueno" es la designación del iniciado.
Más tarde, el poder vinculado a la cualidad de "Hijo del Trueno" es puesto en evidencia en un episodio bastante curioso de la predicación de Cristo. Queremos hablar de la petición de los "Boanerges" a Cristo: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo.?" (28), petición a la cual, por lo demás, responde Cristo con una reprimenda (29).

Hay entonces en todo esto significativas relaciones, que podrían dar lugar a interesantes estudios, lo cual deseamos vivamente. Quien busque en esta vía no debe olvidar, sin embargo, que el estado virtual de "Hijo del Trueno" no es un fin en sí mismo, y que hay un cumplimiento efectivo que realizar, cumplimiento integral del ser total y no sólo de las esferas mentales. Cumplimiento que encuentra su confirmación electiva en la "filiación virginal", tal como expresan las santas palabras de Jesús crucificado: "Mujer, ahí tienes a tu hijo"; "Juan, ahí tienes a tu madre" (30).

No podría concluirse mejor que citando el himno de san Sofronio:

"Yo proclamaré entonces como un Dios
A ese bienaventurado Hijo del Trueno,
Puesto que se hizo
El Hijo de la Madre de Dios" (31).


NOTAS


1. Cf. "Le Tuilleur" de Vuillaume, 1830 (Dervy-Livres, 1976). Debemos precisar, para evitar volver sobre ello, que los Nombres divinos empleados en nuestras citas de las Escrituras provienen de la Biblia de Jerusalén. Sin embargo, nos creemos en la necesidad de señalar que utilizamos indiferentemente las Biblias de Crapon, de Jerusalén, de Segond, de Darby o la del Rabinato, dependiendo del libro y el pasaje de la Escritura.

2. Cf. "La Grande Triade", caps. XV y XXI, y "Les Tracés de Lumière", caps. I, II y III.

3. Ezequiel, I, 4.

4. Ezequiel, I, 13.

5. Ezequiel, I, 24.

6. Ezequiel, III, 12-13.

7. Ezequiel, X, 4-5. La "gloria" es también la "Schekinah" o presencia divina.

8. Apocalipsis, XII, 1.

9. Apocalipsis, XI, 19. Nótese que la predicación apostólica y doctrinal a veces ha sido considerada como el "caballo blanco del Apocalipsis" (Apingius) o como el "Trueno de Dios" (san Gregorio).

10. Marcos, XIII, 26.

11. Mateo, XXIV, 27.

12. Éxodo, XX, 18.

13. "Invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará". Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob. Se acercó el profeta Elías y dijo: "YHWH, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel".
Cayó el fuego de YHWH." (I, Reyes, XVIII, 26-38).

14. René Guénon, "Aperçus sur l'Initiation", cap.
XLVII ("Verbum, Lux et Vita").

15. Génesis, I, 3.

16. Prólogo del Evangelio de san Juan.
Cf. también René Guénon, "Aperçus sur l'Initiation", cap. XLVII ("Verbum, Lux et Vita").

17. Recordemos la divisa escocesa "Ordo ab Chao", y lo que René Guénon ha escrito a propósito de ello en los "Aperçus sur l'Initiation", cap. XLVI.

18. "Aperçus sur l'Initiation", cap. XLVII.

19. Señalemos, a este respecto, que la potencia o la fuerza es "doble" por naturaleza; debe ser referida a Dios -"El"- para "desvelarse". También las raíces de "Schaddaï" son dobles; pueden designar la fecundidad y la destrucción. Por último, la referencia al plano cosmológico implica igualmente una dualidad, un aspecto luminoso, el del Arquitecto divino, y un aspecto sombrío, el del demiurgo. Del mismo modo, el simbolismo cosmológico es, a la vez, un "trampolín" cuando permite acceder a Dios, y una "pantalla" cuando seduce por su riqueza y se "diviniza"; desemboca entonces en la forma más sutil de idolatría, que pone en acción el orgullo luciferino. Seduciendo al alma, a la que encarcela sin que se percate, deviene entonces "la red del cazador", de la que no se libra más que aquel que "mora en el secreto de Elyón" y "pasa la noche a la sombra de Schaddaï" (Salmo 91). En efecto, no debe olvidarse que el paredro de la "Shekinah" tiene por nombre "Metatron", equivalente numérico de "Schaddaï", y que si "Metatron", "el ángel de la Faz", tiene por reflejo a "Mikaël", también tiene por "faz sombría" e invertida a "Samaël", el "Príncipe de este Mundo" del que habla el Evangelio (Cf., sobre esto, Le Roi du Monde, cap. III). El Nombre de Emmanuel, o del Señor Jesucristo, es "superior" a Schaddaï, en el orden espiritual, así como Josué (que es el nombre de Jesús) es superior a Moisés (cuyo número es el de El-Schaddaï) en el orden de la "realización de la promesa", ya que sólo Josué, sucesor de Moisés, penetra en Tierra Santa, al frente de la columna de las tribus, y reencuentra la tierra de los orígenes. Sería por lo demás oportuno un estudio sobre la misión de Josué, el significado de la circuncisión espiritual y la naturaleza de la "Buena Nueva" anunciada por Cristo. Se retendrá, finalmente, para terminar con este largo análisis, que es tan sólo en el infierno donde Dante da a Cristo el calificativo de "Poderoso". "Un Poderoso coronado con signos de Victoria" (Infierno, IV, 53-54). Por lo demás, si el Schaddaï contiene a Jesucristo en su manifestación humana e "in principio", también podría ser un atributo divino y un nombre del Cristo glorioso en la Jerusalén celeste, en la que "el Omipotente es el Templo" y "el Cordero la Lámpara" -o la Antorcha-" (Apoc., XXI, 22-24, e Isaías, LX, 19). Cf., igualmente, "Les Tracés de Lumière", pp. 67 y 68.

20. La reconstitución de la Palabra Viva, o más bien "Vivificante", encuentra un eco en los ritos del antiguo Egipto: "Y Horus dijo a Osiris: he venido para darte la vida, para reunir tus huesos, para juntar tus miembros".

21. Cf. "La Grande Triade", cap. VI: "Solve et coagula".

22. Jord, Hertha y Erde designan a la "Sustancia primordial", a la "Materia prima", al igual que el "Aretz" hebreo.

23. Es curioso observar que en la época de la penetración del Cristianismo en el mundo eslavo se hacía jurar a los cristianos "en nombre de Dios Omnipotente", con el fin de adaptar los juramentos de fidelidad a la fe de la minoría convertida. Este aspecto divino, que permite un reencuentro sin necesidad de renegar de los respectivos fundamentos religiosos, se halla también en los rituales masónicos, de donde su carácter "teísta" o "deísta" que ha podido hacer creer en un relativismo religioso y en una relativización de la Verdad. mientras que el Dios de Abraham es a la vez el Dios de los judíos, el de los musulmanes y el de los cristianos, según la propia afirmación del Papa.

24. Este doble patronazgo, coincidente con las fiestas solsticiales, pone en evidencia el carácter de "cosmología sagrada" propio de la Masonería azul de los tres primeros grados y la "forma solar" de esta tradición. Se observará que, en el antiguo Egipto, "Râ", dios solar, tenía en sus manos los cetros de Oriente y de Occidente. Esta representación es análoga a la figura de las dos tangentes al círculo en la Masonería inglesa, y al "Janus" de la tradición latina. Hace pensar en los dos san Juan rodeando al Cristo, "Sol de Justicia".

25. "Les plus beaux textes sur saint Jean l'Evangéliste", presentados por S. E. Mons. Villepelet, Obispo de Nantes, Edit. "La Colombe", París.
26. Habría mucho que decir, para aclarar la naturaleza del Cristianismo, sobre las relaciones de los dos "Boanerges" con Cristo y con san Pedro; igualmente, habría interesantes observaciones que hacer acerca de la disposición geométrica de sus lugares de sepultura o de peregrinaje.

27. Marcos, III, 17. Debe señalarse que el Arca de la Alianza a veces es puesta en relación con Dios, concebido como "Maestro del Trueno". Así, la deliciosa capilla carolingia de Germigny-des-Près, entre Châteauneuf-sur-Loire y Saint-Benoist-sur-Loire, posee un mosaico, intacto en todo su esplendor, que adorna el ábside y que representa el Arca de la Alianza. Se sabe que Teodulfo, Abad de Saint-Benoit, amigo de Carlomagno y apodado "Gloria de la Galia", hizo construir Germigny-des-Près con ayuda del arquitecto de Aix, Odon le Messin, y quizá también de un arquitecto armenio. Ahora bien, Teodulfo ha dejado esta inscripción, relativa al Arca, compuesta por los célebres artesanos de Ravenna: "Mira el Santo Oráculo y los Querubines, contempla el esplendor del Arca de Dios, y, con esta visión, piensa en tocar con tus plegarias al Maestro del Trueno, y asocia, te lo ruego, el nombre de Teodulfo a tus oraciones".

28. Lucas, IX, 54.

29. Existe una correspondencia entre esta reprimenda y el rechazo de Cristo a la petición de la mujer de Zebedeo (cf. Mateo, XX, 20-24). Pensamos que se trata de episodios "clave" que dan acceso a la comprensión "por el interior" de los caracteres particulares, y en ciertos aspectos esenciales, de la "Buena Nueva".

30. Juan, XIX, 26-27.

31. Anacreóntica, nº 11. Migne, P. G., t. LXXXVII, Col. 3783-90. Citemos también las palabras de Mons. Gay, en sus "Conférences aux mères chrétiennes": "La Iglesia fue la diócesis de Pedro, María fue la diócesis de Juan". Orígenes retoma la expresión "Niños del Trueno" en "Contra Celsum", 1, VI, c. 77, a propósito de la Palabra de Dios: ".puesto que ha tomado un nuevo nacimiento, por medio de la Palabra, que tenga una vida llena de virtudes, y que en nada ceda a aquellos que han merecido el nombre de niños del Trueno".


Cap. VI de "Symbolisme maçonnique et tradition chrétienne", París, Dervy-Livres, 1965, 1982. Texto traducido y difundido en su día en la lista de mensajes "Traditio". A su traductor y al autor y editor, correspondenderán los derechos correspondientes.

Las imágenes que acompañan este reportaje han sido tomadas en la exposición de Las Edades del Hombre de Soria capital (2009)

Fuente: www.soriaymas.com